sábado, 24 de octubre de 2009

los fogosos/as

El sexo me resulta fingido a veces, exagerado e incluso sacado de contexto. Como si todo el mundo que habla sobre él quisiera ser una especie de Santa Teresa describiendo su éxtasis. Y es que, aunque realmente sea placentero y placer sea un sustantivo que evoca el sexo casi sin proponérselo, ¿Cuántos relatos, historias…nos parecen reales? ¿Cuánta ficción notamos y preferimos no comentar por miedo a una extraña frigidez que el resto de la sociedad parece no entender? No hablo de fantasmas ni de fantasmadas, no hablo de historias poco probables que quizá sí creeré (y ¿por qué no?). Hablo de la capacidad descriptiva de la gente, de las florituras y parafernalias que tan bien adornan una polla cual árbol de navidad. Solo espero que las lucecitas de colores no den calambres ni afecten a la virilidad y al vigor del amante perfecto, que el espumillón no irrite humeantes y encharcados coños y que la pasión desenfrenada sirva por si sola para hacer cantar el “Jingle Bells” al coro de enanos que espían la jugada.
Insatisfecha, malfollada, resentida, puede parecerlo. ¿Disgustada? No demasiado. No hablo desde el amargor de un coño enclaustrado que nunca ha sentido un orgasmo, ni desde el tan extendido rencor hacia los hombres que “no te lo saben hacer”. ¡Anda ya! Hablo desde mi perspectiva realista y es que, si no me gustara, no lo practicaría, ni lo buscaría, ni lo describiría, trituraría y serviría masticado de mi boca para que todos puedan observar y juzgar tras la barrera del anonimato. Simplemente opino. Solamente digo, pregunto. ¿Realmente la gente siente todos esos latidos aullando en su ser, esas fiebres incontroladas y ese absoluto extravío del raciocinio y la lucidez? Quizá sí. Quizá no. Las encuestas en privado me dicen lo segundo. Que cada cual siente y vive a su manera pero que no es un trance místico, y si es así las descripciones sobran. Un “hostia puta” dice más que mil sinónimos de humedad y espasmos y, que las palabras se queden cortas ¿No sería más lógico? ¿No sería más creíble el aceptar que no somos genios literarios y que ciertas sensaciones tan pero que tan explosivas se escapan de nuestras capacidades? Será que, como ya he dicho, tenemos tendencia a amar la excesiva adjetivación y nos gusta bañarnos más entre hojas que entre sexo. Seguramente es algo de lo que todos pecamos y seguramente lo hacemos inconscientemente la mayoría de las veces. Menos cuando lo hacemos conscientes. No lo sé. No sé hasta qué punto podemos juzgar esto y acertar, y desenmascarar y analizar las cosas sin confundirnos, sin caer en el error de ver las palabras ajenas desde un prisma cercano, propio, sin olvidar que no solo nuestra vida y morbo valen y que quizá estemos equivocados desde el principio. Desde la primera frase. Como cualquier insatisfecha más.

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