miércoles, 25 de marzo de 2009

la carne ante el espejo

Para aquellos que se quedaron con las ganas al acabar la conversación...y para mí, una vez más:


Me encantaba mirarme en aquellos espejos. Creo que hasta aquel momento siempre me había dado cierto reparo. Tal vez el hecho de que la imagen que me devolviera el cristal no terminara de gustarme, o que me cohibiera de alguna manera no terminaba de convencerme, pero los hechos así lo trajeron y así fue. Tras pasar ante la atenta mirada de las dueñas de aquel negocio y tras pensar que no debería escandalizarles para nada el hecho de que sus habitaciones se usaran simplemente para follar entre con cara de chica modosita en la habitación. Me encantó. Una barra, un salón grande… Empezamos a besarnos, ahora ya sin poder ser vistos por cualquier viandante. Besó mis pechos y yo los saqué del sujetador, para que pudiera disfrutarlos bien.
Me hacía sentir muy deseada. Me encantaba gustarle tanto. Notar como sus ojos se entrecerraban y sonreía al mirarme, lleno de ganas por tocarme, por besarme…
Me dijo que me desnudara y yo lo hice. Casi siempre lo hago como si no me supusiera nada, pero supongo que como todos busco la aceptación en la otra persona. Sus resoplidos al ver mi culo hicieron que me sintiera guapísima. Que sintiera que estaba buenísima y eso me puso, como siempre, cachonda. Cuando entré en el cuarto, tras sus miradas desde el sofá, él ya estaba tumbado en la cama.
Vi los espejos. Primero me mire yo, al frente, mire mi cuerpo, sus formas y vi como a él le gustaban, vi como su sexo me esperaba, para que yo fuera a disfrutarlo. La verdad es que no me dejó que la tuviera entre manos mucho tiempo. Pero no me importó, cada vez necesito menos demostrar lo buenas que son mis felaciones. Será que me estoy haciendo mayor.
Empezó a comérmelo él. Era una persona con experiencia. “Aquí está el punto G” me dijo. Me hizo gracia. Pero la verdad es que lo hacía fenomenal. Llegó un momento en el que, con un dedo en mi coño, en mi culo, su lengua, su todo, ya no sabía que me estaba haciendo. Era genial eso. Sentir placer, solo placer, sin saber casi ni con qué.
Muchas veces me pasa que cuando me caliento mucho, me cuesta correrme por el sofoco y por otras pequeñas interrupciones que hicieron que perdiera el hilo de su lengua.
Se levantó a por agua. Y bebimos los dos tumbados en la cama, hasta que retomamos.
Mientras me comía el coño, miraba a la derecha y veía nuestros cuerpos en el espejo. Miraba mi cara y su cuerpo de espaldas dándome placer. Veía mis piernas levantadas hacia los lados, su culo, el mío. Todo con un color tirando a ocre. Era bonito. Resultaba incluso pictórico. Más tarde, mientras movía mis caderas sobre su cuerpo, me dijo que sería una película porno buenísima. Pensé que no me importaría nada que me grabaran así, con mis muslos rodeándole. Con mi cuerpo sobre el suyo. Cuando me puso a cuatro patas ya, no dejábamos de mirar. Yo miraba su cara y el miraba mis pechos que colgaban, y se movían como él hacía que se movieran. La verdad es que follaba fenomenal. Movía su sexo en el mío. Cada movimiento era excitante, pero entonces, como ya habíamos hablado antes en el coche, me recordó con hechos cúando es una mujer más puta en la cama. Estaba excitada, lo que supone que estaba más que lubricada. Por alguna extraña razón no encuentro manera de decir sin resultar vulgar que me la metió por el culo. Y otra vez, sentí que aquello me gustaba más de lo que creía en un principio.
La primera vez que lo hice estuvo bien, porque además no sentí demasiado dolor. Supongo que mis primeras veces siempre son buenas… Pero no lo había hecho con nadie más hasta el día anterior. Y de repente de tarde a tarde tenía otra polla dentro de mí. Fue muy placentero, y muy muy sincronizado. Me encantó acabar a la vez. Los dos. Notar cómo caía de mí y retenerla para que se quedara un ratito más. Cuando recuerdo algunos momentos no puedo evitar querer poner algún que otro mmmm entre palabras y puntos…
Nos limpiamos, me duché y cuando estábamos a punto de irnos llamaron a la puerta. Salí a la calle con la cara roja. Con la sensación de temblor en las piernas y los ojos cansados, cargados y brillantes, como cada vez que el sexo es bueno. Con la sensación de haberme quedado más que satisfecha pero con el calor dentro aún.
Charlamos en el coche hasta que me dejó en Gran Vía.
- Sorpréndeme la próxima vez.
- Si dejas que haga lo que quiera puedo llegar a ser muy morbosa.
O algo por el estilo. “Ha sido maravilloso” me dijo y yo salí del coche con el escote inclinado y una sonrisa feliz, como en los mejores cuentos.
Me dijo que ya no dejara que ningún hombre más me raptara por la calle, que ya era demasiado por un día y por cosas del destino nada más salir del coche y dar tres pasos un negro enorme empezó a hablarme, yo me reía por dentro. Tuve que decir que no a su invitación para un café y a cobijarme bajo su paraguas cuando empezó a llover una vez más.
Las rosquillas del dunkin tuvieron que tragarse mi historia ya que no tenía a nadie a mano para soltar mi alegría. Tras leer las perlas de Sodoma un buen rato salí a la calle. Salí a la Gran Vía, con la estupenda sensación de ser maravillosa. Dos en un día no es un mal número.

1 comentario:

Anónimo dijo...

SArai y yo opinamos que no es bueno leer tus textos en la biblioteca de la facultad...que nos ponemos cachondas y no hay nadie con quién saciar nuestro implacable apetito..por cierto, un diez, al texto en el qeu sale la frase esa de "acabo de follar y nadie se da cuenta" (o algo así)