sábado, 15 de noviembre de 2008

SÚCUBO

A la mañana se levanto y miro a su lado. Estaba sola. Tumbada en su cama, desnuda. Se tocó. Aun estaba humeda y tenía las piernas cansadísimas. Recordó la noche anterior. Esos dedos que tan bien se habían deslizado por su cuerpo, esa lengua que habia chupado todos sus errores. Salió de la cama y bebió un poquito de zumo, el poquito zumo que quedaba en la mesilla. Se puso las bragas y cogió el movil. Comunicando. En la cocina un paquete de oreos, su adicción. Y dibujó a una musa de color amarillo rodeada de angelotes verdes mientras veía una película erótica, que no pornográfica. Ella era así. Y no pensaba cambiar. entonces llamaron a la puerta. Era el cartero. No estaba mal. Todavía estaba en forma asique después de mirarle de arriba abajo, le mordió los labios y le dijo que le entregara la correspondencia. Era cutrisimo y lo sabía. Parecía el argumento de una mala peli para adultos, pero ella no lo era. En todo caso era una adultera, que es siempre más divertido. Follaron durante algunas horas. Todos sabemos que es imposible contar las horas en ese estado, asique no creo que la reprochemos. Cuando él se fue, le pintó los labios de rojo a la venus y abrió su libro. El Marqués seguía esperandola con los dedos entintados y la lengua bien mojada. Así pudo pasar página. Después de cinco minutos, echó las bragas a lavar, creyó que era lo más prudente, o prudente sin más. Paris está lejos asique era tiempo de libertinaje. Paris lloraba todas las noches. Paris la quería.

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